sábado, diciembre 12, 2009

Mensaje en una botella

100% vidrio reciclado.

martes, noviembre 10, 2009

Aeropuerto

En el control de pasajeros me obligaron a vaciarme los bolsillos. No les importó que llevase una varita de madera, un ramo de flores, un par de barajas de cartas o docenas de pañuelos de colores. Eso sí, me requisaron la chistera: no está permitido llevar animales a bordo.

sábado, octubre 10, 2009

Metamorfosis

Mordí una manzana podrida. Ahora tengo mariposas en el estómago.

jueves, agosto 20, 2009

Síndrome

Ya había experimentado aquella sensación antes de abandonar la avenida principal. Ahora, en este callejón desierto, la impresión de que alguien me perseguía adquiría aún más consistencia. Las farolas dibujaban pequeños halos de luz amarillenta sobre la acera. El resto de la calle permanecía en una oscuridad casi absoluta. Un gato se deslizó bajo las ruedas de un coche abandonado. Avancé unos metros. Sólo se escuchaba el eco de mis pasos repetido por las fachadas ennegrecidas de los edificios, por los contenedores cubiertos de graffiti. Aparentemente, estaba solo. Sin embargo, podía imaginar la presencia de mi perseguidor oculto tras alguna esquina, en el umbral sombrío de alguno de aquellos portales. Continué caminando, echando miradas por encima del hombro, escudriñando en la noche con los ojos entornados. Entonces me pareció ver a un hombre de mi estatura iluminado por un rayo de luna. Inmediatamente, retrocedió para volver a desaparecer en la negrura de la noche. Definitivamente, lo había visto. Un hombre de complexión mediana, con un sombrero oscuro y una gabardina desgastada, similar a la mía. Aceleré el paso, con el anhelo de cruzarme con algún paseante nocturno o de que mis pasos me condujesen hasta alguna plaza concurrida. Cada vez lo sentía más cerca, casi me pisaba los talones. Había empezado a trotar, intentando aumentar la distancia que me separaba de mi persecutor. En un momento dado, me paré bruscamente y me di la vuelta. Allí estaba, a sólo unos metros de mí. Con unos zapatos iguales a los míos, también salpicados de barro, avanzó unos pasos, hasta que pude distinguir perfectamente sus facciones en la penumbra del callejón. Una barba de dos días erizaba un mentón prominente como el mío; los labios finos, similares a los míos, se contraían en un rictus severo, de impaciencia y hostilidad; mi propia nariz; mis cejas arqueadas, interrogantes; los ojos marrones, del mismo tono castaño que los míos, reflejaban los sentimientos contradictorios de miedo y curiosidad que ahora me asaltaban. Permanecimos unos instantes mirándonos en silencio y, entonces, después de un ligero carraspeo, con mi propia voz, me preguntó: «¿por qué me sigues?».

jueves, junio 25, 2009

Rima XXXVIII

Las monedas fuera de curso legal, los calcetines desparejados, las cuatro fotocopias compulsadas del DNI que hay que entregar para cualquier trámite burocrático, los lápices demasiado cortos después de haberles sacado punta doscientas cuarenta y tres veces, los boletos de lotería no premiados, las bombillas fundidas, los cepillos de dientes de los ex novios.

Cuando uno hace limpieza, le da por recitar a Bécquer.

domingo, junio 21, 2009

El virus R de la ruptura sentimental

Se han detectado numerosos casos de rupturas sentimentales inesperadas en varios puntos de España. Las investigaciones han descubierto que se trata de una variante del virus R altamente contagiosa.
La incubación puede durar semanas e incluso meses. Los primeros síntomas son las discusiones sin motivo aparente con el cónyuge que, pronto, degeneran en peleas más serias, en falta de comprensión mutua y en sentimientos de interés o atracción hacia otras personas. Para evitar el contagio, las autoridades sanitarias recomiendan la tolerancia y la empatía, así como el uso de la alianza en lugares de encuentro social, donde se corra el riesgo de conocer a personas aparentemente más atractivas que la propia pareja y portadoras del virus R.
Aún no se ha descubierto la cura a esta grave enfermedad, pero los científicos investigan la creación de un amor de verano prorrogable que pueda atenuar las secuelas de la ruptura. Otras terapias paliativas son las conversaciones con amigos que apoyen el punto de vista del enfermo, la consulta de la agenda en busca de números de teléfono de ex parejas y las salidas a lugares en los que sea posible entablar relación con otras víctimas del virus. Sin embargo, no es recomendable abusar de ninguno de estos tratamientos.
En vista del alarmante crecimiento del número de infectados por el virus R, la Organización Mundial de la Salud se plantea elevar el nivel de alerta de pandemia de ruptura de la fase 4 a la fase 5.



viernes, mayo 29, 2009

Palimpsesto

Si los ogros gruñones tienen ojos azules y hablan francés, las princesas ejercen su derecho a olvidarse de los príncipes valientes. Por eso, los caballeros han optado por aparcar sus corceles y sus nobles promesas para conducir automóviles deportivos y hacer regalos caros. A veces funciona.

sábado, mayo 09, 2009

Botas de agua

Pensé que llegaría enseguida: sin tener que evitar las zonas encharcadas, vadear los arroyos que se forman junto a los bordillos, dar un rodeo cada vez que encuentro una acera inundada, o andar de puntillas para no mancharme los pies de barro. Sin embargo, aún no he llegado. No me ha quedado más remedio que pararme a saltar en cada charco.

viernes, marzo 27, 2009

Certidumbre

A ratos me siento confundida, pero el resto del tiempo tengo las ideas totalmente claras. El cincuenta por ciento de las veces tengo la certeza de que quiero seguir adelante, y el otro cincuenta, estoy absolutamente convencida de que preferiría echarme atrás.

miércoles, enero 21, 2009

Chuzos de punta

–Buenos días, soy el afilador. ¿Tiene usted algo que afilar?
–Pues… creo que no. ¡Ah, sí! ¡Espere! ¿Podría usted afilarme la lengua? Es que la tengo un poco roma y no logro criticar todo lo hirientemente que yo quisiera. Y el ingenio, por favor, que últimamente ando poco aguda. ¿Afila usted ingenios? Y verá… ¿podría usted afilarme un poco por aquí, el cuero cabelludo? Por mucho que me asuste, nunca se me ponen los pelos de punta.
–Esto… Me temo que no puedo ayudarle. Yo sólo afilo objetos metálicos, ¿no necesita afilar algún utensilio de hierro, de acero…?
–¿Objeto metálico? Pues… ahora que lo dice, sí. ¿Podría afilarme este cuchillo? Es que, con él, ni pincho ni corto.