He descubierto algo:
Ahora resulta que los teóricos de la literatura son mucho peor que los poetas. Espero no acabar así, aunque la verdad es que tengo todas las cartas (¿o debería decir papeletas?) para que me pase…
Si algún día empiezo a decir cosas tales como que las isotopías son como milhojas y el tenedor –con el cual atraviesas todas las capas– es la significación, empezad a preocuparos por mí. Sobre todo, por el hecho de que sea capaz de pinchar milhojas de hojaldre sin que se rompan (eso sería la deconstrucción). Esas son las afirmaciones de un célebre (en su ámbito, evidentemente) teórico al que no voy a nombrar porque, además de teórico, es profesor –lo cual puede tener consecuencias nefastas para mí–.
Pues bien, además de esta profunda enseñanza, nos ha revelado otras grandes verdades que permanecían ocultas para nuestras ignorantes mentes y que jamás podríamos llegar a deducir debido a la simplicidad de nuestras redes neuronales.
Así que, haciendo gala de ese altruismo que me caracteriza, voy a compartir con vosotros los nuevos conocimientos adquiridos acerca de la literatura en general y de la poesía en particular. No es necesario que me lo agradezcáis, es un acto de generosidad en beneficio de la humanidad.
La poesía no es sólo esencia, algo espiritual y profundo. También tiene una parte material (el ritmo, las palabras, etc.). Las mujeres –siempre según el mencionado teórico– solemos inclinarnos (en todos los ámbitos de nuestra vida) por el aspecto profundo y etéreo de las cosas. Sin embargo, los hombres tienen tendencia a ser más estructuralistas (a fijarse en las estructuras); esto explica que los albañiles silben a las chicas desde los andamios.
Por otra parte, cuando la poesía trata de romper los esquemas clásicos en el plano material, experimenta con nuevas formas métricas, buscando el “antirritmo”. Ahora viene lo interesante: «El ritmo es como la ropa que se usa para ir a trabajar o a clase y el antirritmo serían los trajes que nos ponemos para ir a las bodas».
¡Y yo sin saberlo! ¿Cómo he podido vivir todo este tiempo sumida en la ignorancia más absoluta? Menos mal que ahora he logrado salir de la caverna y ver la luz…
Ahora resulta que los teóricos de la literatura son mucho peor que los poetas. Espero no acabar así, aunque la verdad es que tengo todas las cartas (¿o debería decir papeletas?) para que me pase…
Si algún día empiezo a decir cosas tales como que las isotopías son como milhojas y el tenedor –con el cual atraviesas todas las capas– es la significación, empezad a preocuparos por mí. Sobre todo, por el hecho de que sea capaz de pinchar milhojas de hojaldre sin que se rompan (eso sería la deconstrucción). Esas son las afirmaciones de un célebre (en su ámbito, evidentemente) teórico al que no voy a nombrar porque, además de teórico, es profesor –lo cual puede tener consecuencias nefastas para mí–.
Pues bien, además de esta profunda enseñanza, nos ha revelado otras grandes verdades que permanecían ocultas para nuestras ignorantes mentes y que jamás podríamos llegar a deducir debido a la simplicidad de nuestras redes neuronales.
Así que, haciendo gala de ese altruismo que me caracteriza, voy a compartir con vosotros los nuevos conocimientos adquiridos acerca de la literatura en general y de la poesía en particular. No es necesario que me lo agradezcáis, es un acto de generosidad en beneficio de la humanidad.
La poesía no es sólo esencia, algo espiritual y profundo. También tiene una parte material (el ritmo, las palabras, etc.). Las mujeres –siempre según el mencionado teórico– solemos inclinarnos (en todos los ámbitos de nuestra vida) por el aspecto profundo y etéreo de las cosas. Sin embargo, los hombres tienen tendencia a ser más estructuralistas (a fijarse en las estructuras); esto explica que los albañiles silben a las chicas desde los andamios.
Por otra parte, cuando la poesía trata de romper los esquemas clásicos en el plano material, experimenta con nuevas formas métricas, buscando el “antirritmo”. Ahora viene lo interesante: «El ritmo es como la ropa que se usa para ir a trabajar o a clase y el antirritmo serían los trajes que nos ponemos para ir a las bodas».
¡Y yo sin saberlo! ¿Cómo he podido vivir todo este tiempo sumida en la ignorancia más absoluta? Menos mal que ahora he logrado salir de la caverna y ver la luz…