Me da miedo el agua. Sobre todo si es oscura, turbia. No
saber lo que hay debajo me causa una inquietud de algas y erizos. Una agitación
de pececillos plateados. De anguilas retorciéndose y enroscándose en torno a sí
mismas. O de morenas, con sus caras de señora mayor.
Desconocer la profundidad. Ignorar si mis pies tocarán un
lecho suave y arenoso. Si pisaré las aristas rocosas cubiertas de actinias; y
un ser viscoso y furtivo rozará mi tobillo. Si me hundiré eternamente sin
llegar a tocar fondo.