domingo, mayo 25, 2008

Reflexión

Por un momento, la había confundido conmigo. Pero no era yo. Era otra, y bien distinta. La prueba de ello es que si yo guiñaba mi ojo derecho, ella me guiñaba el izquierdo; si yo levantaba la mano izquierda, ella saludaba con mi derecha. Era zurda y siniestra para todo lo que yo soy recta y diestra.
Intenté un diálogo. En vano. No era una cuestión de primera y segunda personas, como yo había pensado al principio. Era una tercera persona, una extraña. Y no me entendía.
Totalmente ajena a mi presencia, se miraba en mi reflejo y ensayaba muecas y ademanes. ¿Se estaba burlando de mí?
Entonces, se puso seria. ¿Me habría oído? ¿Había escuchado mis pensamientos?
Poco a poco, las que me habían parecido diferencias evidentes se iban desdibujando, y los rasgos comunes me resultaban cada vez más desconocidos.
Nadie me había obligado, pero ahí estaba yo, repitiendo cada uno de sus movimientos, como si no tuviese voluntad propia. Que ella sacaba la lengua, yo la imitaba. Si arqueaba las cejas, yo hacía lo mismo. Si se encogía de hombros, yo repetía su gesto con igual indiferencia.
Así hemos estado un buen rato. Hasta que se ha cansado y se ha marchado del cuarto de baño. Y yo he hecho lo mismo.

jueves, mayo 01, 2008

Cosas que dan miedo

Las advertencias de las cajetillas
de tabaco, las calles sin farolas,
guardar durante horas una cola,
pregunte usted en la otra ventanilla.

Las manchas de carmín en las colillas,
secretos como el de la Coca-Cola,
la obra de Balzac y de Émile Zola,
el Coco y encender una cerilla.

Las luces de los trajes de torero,
la oscuridad y oír pasos que suben,
los necios con ideas de bombero.

Me siguen asustando cual a impúber
el tal Lobo Feroz, el can Cerbero,
Sir Edgar Allan Poe y Freddie Kruger.