lunes, marzo 24, 2008

Curiosidad

Un pasillo blanco, iluminado, con puertas a ambos lados. Las puertas, también blancas, con picaportes metálicos, se dibujan sobre la pared lisa a intervalos regulares. Los fluorescentes del techo emiten una luz lechosa y deslumbrante que parece vibrar. Se percibe un leve zumbido. Procede de los tubos incandescentes. O del propio oído, que se esfuerza por captar algún eco, el mínimo crujido.
Silencio. Ni un rumor, ni un paso. Sólo el ronroneo constante del espacio vacío. La respiración del pasillo.
El corredor acaba en un recodo. Un ángulo recto. Al girar la esquina, el pasillo continúa. O se detiene, contra un muro blanco. Al final no hay nada. O hay algo. Como detrás de cada puerta.
Las puertas están cerradas y no van a abrirse. No importa si se podría o no. Simplemente, no se abrirán.
Detrás de cada una de ellas hay una realidad latente, una posibilidad que no va a realizarse. Al otro lado de cada panel podría haber una tapia de ladrillo. O un abismo. Cada abertura podría ser una entrada o una salida. Tampoco importa.
Como no interesa lo que quedó atrás. El comienzo del pasillo. Podría ser igual, blanco, con puertas cerradas en las dos paredes. O totalmente distinto.
Lo que no se ve no existe. Puede intuirse, sospecharse. Abrir una puerta supondría descifrar un secreto. Ceder a un deseo velado. Extinguir el enigma.