Ayer, un extraño pájaro recuperó su libertad.
Tal vez se cansó del olor de la media cebolla que envolvía, tal vez del frío y la humedad de la nevera... El caso es que voló, y la misma ráfaga de viento que lo arrebató de la encimera de mi cocina cerró la ventana tras él.
Así que ahí me quedé yo, sin saber muy bien qué hacer y llorando a lágrima viva, no sé si a causa de la emoción o porque estaba picando cebolla.
El pajarraco planeó unos instantes ante el cristal y luego se alejó agitando sus pliegues plateados y despidiendo destellos metálicos.
Trato de imaginar dónde estará ahora.
Seguramente subió a lo alto del cielo para comprobar si las nubes eran masas de vapor acuoso suspendido en la atmósfera, o enormes torundas de algodón. Luego, seguiría la estela de un avión o se mezclaría con una bandada de aves migratorias.
Viajaría agitando sus improvisadas alas, reflejando el sol y enviando mensajes cifrados en el código universal de espejos. Desde la tierra, se le confundiría con un ovni o un satélite artificial...
Pero el pájaro albal es un animal dócil y hogareño y la nostalgia siempre le puede. Por eso, quizás ahora esté arrugándose y crujiendo frente a la ventana para que le permitas anidar en tu congelador.
Tal vez se cansó del olor de la media cebolla que envolvía, tal vez del frío y la humedad de la nevera... El caso es que voló, y la misma ráfaga de viento que lo arrebató de la encimera de mi cocina cerró la ventana tras él.
Así que ahí me quedé yo, sin saber muy bien qué hacer y llorando a lágrima viva, no sé si a causa de la emoción o porque estaba picando cebolla.
El pajarraco planeó unos instantes ante el cristal y luego se alejó agitando sus pliegues plateados y despidiendo destellos metálicos.
Trato de imaginar dónde estará ahora.
Seguramente subió a lo alto del cielo para comprobar si las nubes eran masas de vapor acuoso suspendido en la atmósfera, o enormes torundas de algodón. Luego, seguiría la estela de un avión o se mezclaría con una bandada de aves migratorias.
Viajaría agitando sus improvisadas alas, reflejando el sol y enviando mensajes cifrados en el código universal de espejos. Desde la tierra, se le confundiría con un ovni o un satélite artificial...
Pero el pájaro albal es un animal dócil y hogareño y la nostalgia siempre le puede. Por eso, quizás ahora esté arrugándose y crujiendo frente a la ventana para que le permitas anidar en tu congelador.
NOTA: Lo que se me escapó volando fue un trozo de film transparente, pero el papel albal ofrecía muchas más posibilidades.