martes, julio 31, 2007

El brillante vuelo del pájaro albal

Ayer, un extraño pájaro recuperó su libertad.
Tal vez se cansó del olor de la media cebolla que envolvía, tal vez del frío y la humedad de la nevera... El caso es que voló, y la misma ráfaga de viento que lo arrebató de la encimera de mi cocina cerró la ventana tras él.
Así que ahí me quedé yo, sin saber muy bien qué hacer y llorando a lágrima viva, no sé si a causa de la emoción o porque estaba picando cebolla.
El pajarraco planeó unos instantes ante el cristal y luego se alejó agitando sus pliegues plateados y despidiendo destellos metálicos.
Trato de imaginar dónde estará ahora.
Seguramente subió a lo alto del cielo para comprobar si las nubes eran masas de vapor acuoso suspendido en la atmósfera, o enormes torundas de algodón. Luego, seguiría la estela de un avión o se mezclaría con una bandada de aves migratorias.
Viajaría agitando sus improvisadas alas, reflejando el sol y enviando mensajes cifrados en el código universal de espejos. Desde la tierra, se le confundiría con un ovni o un satélite artificial...
Pero el pájaro albal es un animal dócil y hogareño y la nostalgia siempre le puede. Por eso, quizás ahora esté arrugándose y crujiendo frente a la ventana para que le permitas anidar en tu congelador.

NOTA: Lo que se me escapó volando fue un trozo de film transparente, pero el papel albal ofrecía muchas más posibilidades.