lunes, noviembre 27, 2006

Producto garantizado

La vida en las sociedades modernas carga a los individuos de estrés y preocupaciones. Trabajo, estudios, relaciones sociales, familia, hipotecas, desempleo,... ocupan demasiado espacio en nuestras vidas como para complicarnos en otros asuntos que supongan un consumo de energía excesivo. No es de extrañar, por esta misma razón, que busquemos actividades sencillas en las que invertir nuestros escasos momentos de ocio, ocupaciones que requieran poca concentración y esfuerzo.
Es por eso por lo que, ante la posibilidad de adquirir un producto o disfrutar de un servicio, esperamos que ofrezca unos requisitos mínimos que nos garanticen un rendimiento adecuado, a fin de evitar molestias o trastornos innecesarios.
No me parece desmesurado exigir un cumplimiento mínimo de lo estipulado en el contrato; aun así, no lo solicito. No pido que me garanticen que durante (pongamos) dos años funcionará como el primer día, aunque incluso las lavadoras ofrecen un periodo más amplio de garantía.
No quiero que consuma poca energía, ni que su manejo sea sencillo. Que no ensucie; que sea silencioso y discreto; que no resulte potencialmente peligroso para los usuarios... no es imprescindible.
No necesito disponer de un teléfono de atención técnica que funcione 24 horas al día los 365 días del año (366 en año bisiesto), ni de un servicio gratuito de reparaciones. No busco la mejor oferta, el precio más competitivo. No quiero que me lo cambien por otro producto en caso de que no cumpla mis expectativas o si no funciona según lo esperado. Tampoco pretendo que me devuelvan la diferencia si lo encuentro más barato en otro establecimiento. No pretendo que incluya regalos o que venga acompañado de un manual de instrucciones de doscientas páginas o que esté asegurado a todo riesgo.
No aspiro a que combine con las cortinas o la tapicería del sofá ni que huela a lavanda. Mucho menos que sea 100% reciclable y que respete el medio ambiente; que no contenga CFC o gluten, que sea apto para diabéticos y vegetarianos.
No espero que cubra perfectamente mis necesidades o que se adapte a mi capacidad intelectual.
No necesito que resuelva ecuaciones de tercer grado, que sepa reparar cualquier instalación eléctrica o cambiar las bujías del coche. No quiero que limpie el polvo ni que haga la colada o que vaya al supermercado en mi lugar.
No es preciso que me traiga el desayuno a la cama, que me dedique frases románticas o que nunca se olvide del cumpleaños de mi madre. No pido que sepa recitar poesía, citar a autores célebres o hablar quince idiomas.
Sólo pido que me aseguren que me hará un poquito más feliz... tal vez así me decida a enamorarme.